No voy a empezar diciendo que soy el fan más acérrimo de Neil Gaiman.
Tampoco voy a decir que he leído toda su obra y que me la conozco de revés a derecho.
Y mucho menos, que me he leído a totalidad Sandman, como diría más de un lector de comics, ahora tan en boga por la extraordinaria serie lanzada por Netflix.
No he hecho nada de esto.
Pero si puedo decir que lo que he leído algunos cuentos, “La vista desde las últimas filas” y el primer libro de la serie de Sandman, “The Dream Hunters”, asi como “Whatevere happened to the Dark Knight”- me gustan muchísimo. Especialmente, La Vista desde las últimas filas. Estaba también leyendo Good Omens, pero por dedicarme a otras tareas, le he dado una pausa temporal. Pero si debo aceptar que, con esta obra escrita en conjunción con Terry Pratchett, me estaba divirtiendo bastante.
Básicamente, en el área de la ficción, me encanta la forma en que narra las historias: me parece que es oscuro, algo lúgubre, pero igualmente destaca un punzante y erudito enfoque, aderezado por un setido del humor seco y veces hasta pesimista. Pero tambien, sabe muy bien equilibrar las cosas, resaltando aspectos bastante luminoso y hasta esperanzadores en circunstancias narradas y el esbozo de sus personajes, que son, como diria Asimov, nada planos. (Concepto que me quedó clarísimo después de haber leído una serie de ensayos escritos sobre Ciencia Ficción).
Me encantó el hecho de qué, en alguna oportunidad, cayó a nuestras manos, en momentos y lugares obviamente distantes, un mismo texto. Del cuál nos arrepentimos el haberlo leído. En mi caso yop podía tener menos de 10 años. Se trataba de una historia en una revista de narraciones baratas de horror, -casi que nuestro equilalente al pulp norteamericano de décadas atrás- que para el público hispano -si mi memoria no me engaña- publicaba Editorial Bruguera de Espana. El argumento tampoco era altamente complejo:
La historia giraba en torno a un jóven matrimonio que en algún momento llegaba a tener una hija. Eran altamente felices con ella y un día fueron a pasear. De pronto, la niña se perdió en una muchedumbre, que se formó por alguna situación. La niña se perdió y no fúe encontrada nunca más. Tiempoo despuẃs, ellos fueron a una feria y vieron un monstruo y al final, la narración insinuaba que la mentada criatura era la niña que habia sido secuestrada y deformada para convertirla en un fenómeno de feria.
Sé ahora cláramente que no es ni la historia más espantosa, ni más original; pero ese no es un argumento que aceptaría un niño a punto de convertirse en púberto y que igual que Gaiman, era adicto a leer cuanto texto -especialmente si fuera morboso- cayera en sus manos, incluso a sabiendas que podría producierle algún tipo de pesadilla. Lo que me fascinó es que Gaiman cuenta su experiencia con el texto, y yo lo reconocí, reconocí la historia y su descenlace y el hecho de que tampoco contribuyó para nada en su infantil paz mental en aquellos días. Esto por citar un ejemplo entre muchos en los que, simplmente me sentí altamente identificado.
Historias sobre vivencias en todo sentido referentes a Cultura Popular, escritores -algunos que conocía, otros que no- cine, e incluso música y arte. El libro se llama “la Vista desde las últimas filas”, o “The View from the Cheap Seats”. Igualmente, llamó la atención de que hace de muchos de sus colegas escritores, retratos altamente humanos, donde deesmitifica muchas mitos existentes a estos personajes. También les agradece a, quienes mayores que él, sirvieran de influencia para su posterior trabajo. Nombres como Harlan Ellison, Terry Pratchett, Allan Moore, Stephen King, Dave McKean, se vuelven tan familiares en la lectura; que logra dar el efecto de que uno mismo los conociera y llegara a lograr algún tipo de conexión más allá del plano literario con ellos.
Y esto tambíén, por razones obvias, ocurre cuando habla sobre su incipiente y posteriormente sólida relación con la cantante Amanda Palmer, asi como de sus proyectos como Dresden Dolls.
Si usted realmente siente un gusanito por ahondar más profundamente dentro de la percepción e influencias que forjaron al autor de Coraline y Sandman, le invito cordialmente a entrar en ese mundo a través de sus páginas. Le aseguro no son aburridas para nada.
Y lo que más agradezco es que y me sirvieron -como muchos de mis libros lo hicieron, hacen actualmente y sé lo harán en el futuro- a hacer más entretenidos mis cotidianos viajes en bus al trabajo, muchísimo más entretenidos y divertidos, ayudándome siempre a desconectarme de una forma productiva de mi entorno.
Si disfruté plenamente American Gods, hace un par de años, pues fué el regalo del Amigo Secreto de Navidad que recibí en mi trabajo, muy en contraste con The Ocean at the End of the Lake (que me pareció sumamente aburrido). Sin embargo, sea como sea, para bien o para mal, Gaiman nunca deja indiferentes a sus lectores.
Y no me da pena aceptar que, cada vez que estoy en mi biblioteca y veo en un estante “La Vista desde las últimas filas”, siento un deseo enorme de volverlo a tomar. Pero igual, veo tanta cosa que necesito leer, que se me pasa rapidito.